(El domingo pasado libramos una gran batalla de warhammer 3ª ed. en el club dragón un buen número de amigotes "oldhammerers". La batalla, basada en un relato de Oscar, fue convertida en escenario y con narración adicional por Fer y por Ángel. Todo ese material lo transcribo aquí antes de contar la batalla.)
TODA
HISTORIA TIENE UN COMIENZO
1.-
ALFRID.
Hace
algunos años, en algún lugar del Imperio, vivía un joven quesero, su nombre,
Alfrid. Alfrid, estaba llegando ya a la treintena de edad, no era alto ni bajo,
ni fuerte ni flojo, ni gordo ni flaco, ni feo ni guapo, era una persona de lo
más normal, como tú, como yo. No tenía familia, sus padres, artesanos queseros
de 3a generación habían muerto años atrás, dejándole de herencia, una humilde,
pero preciosa casita. Unas tierras, de poca extensión, pero fértiles y verdes,
por las que discurría un pequeño riachuelo, que desde que tenía uso de razón, incluso
en los años en las que las lluvias fueron escasas o inexistentes, nunca dejó de
correr por sus tierras. Tres vacas y un toro viejo y malhumorado, y su pasión
por elaborar queso, conocido este manjar, en todas las tabernas y castillos de
la zona.
Antes
de morir el toro viejo y malhumorado, dejó preñada a una de las vacas, con tan
mala suerte qué al dar a luz al pequeño ternero, la vaca murió. Dejando a un
pequeño y frágil ternero, sin madre y prácticamente al borde de la muerte.
Alfrid,
que pese a ser una persona, como ya dije antes, de lo más normal, como tú, como
yo. Si era excepcional en una cosa, era una buena persona, algo raro, si, raro
en los tiempos que corren, en los que nadie mira por nadie. Así que en el
momento en que ambos seres se miraron a los ojos, uno vio a un ser desvalido al
que quería ayudar a vivir, y el otro reconoció al ser que le iba a cuidar e iba
a estar con el de por vida. Metió al pequeño en su casa, le limpio, le hizo una
cama de paja, cerca del fuego, donde el calor del hogar intentará suplir el
calor de su madre muerta, le alimento con leche de sus otras vacas...el tiempo
pasó....y paso....y el ternero al que la muerte aguardaba, se convirtió en un
toro, pero no en un toro cualquiera, no. Era alto, sus ojos quedaban por encima
de los ojos de Alfrid, ancho como una carreta, negro como el tizón y fuerte
como un ariete, y con ese nombre se quedo, Ariete. Pero, al haberse criado en
casa, como un perrillo, Ariete era manso, como un cordero, pensando y
sintiéndose humano, como el hijo de Alfrid.
Quiso
la desgracia, la mala fortuna, el destino o puede que el mismísimo Caos, que un
noble de cercanas tierras, supiera del volumen y fuerza de Ariete e intrigado
se acercara a las tierras de nuestro quesero a adquirir tan fiera bestia. Al
preguntarle a Alfrid por cuanto vendería "esa bestia". Este le
respondió que no estaba en venta el animal, ya que este era su amigo, su
familia. Y en cólera entro, cuando le contó el fin que quería para el,
enfrentarlo a un oso, en las fiestas de las nupcias próximas de su hija.
Amigos,
seas de la tierra que seas y del tiempo que leas estas líneas, sabrás, que, a
un noble, no se le dice
que
no, a un noble no se le niega nada, a un noble, no se le ordena que salga de
tus tierras. Y esto fue lo que
el
encolerizado Alfrid hizo.
La
guardia del noble, tras la orden de su señor, comenzó a dar una paliza brutal a
nuestro quesero, y
Ariete,
viendo como su amigo, su salvador, su familia, gritaba y sufría, hizo lo que,
alguien como tú, como
yo,
haríamos en esa situación, ir al rescate. Se lanzó como el artefacto de asedio
del que toma su nombre,
destrozó
la verja, y a cuantos guardias había tras ella.
Como
un poseso, dio cornadas, ensartó cuerpos y extremidades, coceó, y con ello
reventó cabezas y
destrozo
huesos. Pero el fin llegó, llevándose consigo varios guardias y destripando el
caballo del noble,
antes
de caer ensartado, por no menos de 10 lanzas, y cayendo a morir en el regazo de
su amigo.
El
noble partió, dejando a Alfrid y a Ariete, juntos, abrazando uno la cabeza del
otro, y dándoles por
muertos.
No sin antes prender fuego a casa y granero y matando el resto de sus vacas.
Horas
después, sin fuerzas, malherido, en trance por lo sucedido, con un negro mechón
de pelo de su
amigo
aferrado en su mano, Alfrid se encontró vagando si rumbo por los campos, solo,
desesperado,
enfurecido,
triste, colérico. Para resguardarse del frío que reinaba, vio cercano, un
túmulo con una
pequeña
abertura en una colina, en la que podría
guarecerse.
Entró
por una estrecha entrada, que se ensanchaba hasta dar a una galería excavada en
la piedra. Congelado y empapado de agua, sangre de su amigo y la suya propia,
busco un lugar donde no entrara el frío del exterior, y encontró una pequeña
antecámara, en la que una piedra encastrada en la pared,roja como la sangre, y brillante
como el sol en primavera, irradiaba luz y calor, y parecía palpitar como el
corazón de un gigante. Destrozado como estaba, tanto en cuerpo como en alma, abrazo
sin pensarlo ese calor que la piedra le ofrecía, y durmió. Fue un sueño en el
que aparecía Ariete, sus padres, sus tierras, su casa, y rápidamente todo se
volvía rojo, pegajoso y palpitaba. A la vez que le invadía un ansía de venganza,
de matar....
Cuando
despertó, no sabía cuánto había dormido, donde estaba, no sabía quién era, solo
deseaba matar...lo único que recordaba eran los colores de la heráldica del
noble, algo que lo enfurecía, y no sabía porque, tenía que matar todo lo que
llevará esos colores...
¿Os
acordáis de nuestro protagonista al inicio del relato, como era y como no era? Pues
bien, ahora sí es alto, ahora sí es fuerte, ahora no, no es buena persona, y
tampoco es ya, una persona. La piedra del caos del túmulo, había hecho su magia
oscura, había mutado su cuerpo, mezclando todo, sus sueños, los sentimientos de
pérdida, el mechón de pelo de la bestia, la sangre de ambos....la sangre....sangre...sangre..."....sangre
para el dios de la sangre..." era algo que sus nuevos y agudizados oídos
parecían
oír cómo un salmodia en la lejanía, y se repetía, se repetía...
Ahora
Alfrid ya no existe, tampoco existe Ariete, ahora ambos están juntos, en un
cuerpo, en un alma...y ya, ni el primero es bondadoso, ni el segundo
manso......
LA
BATALLA DEL CLARO DEL ABEDUL
2.-
ELESSARY Y SRTUMPER , ELFO Y ZOAT
Días
atrás exploradores elfos dieron la alarma. Una enorme hueste de hombres bestia,
se dirigía en dirección a su bosque, a su hogar, destrozando toda la vida a su
paso.
Desde
el primer momento, los habitantes del bosque, les habían hostigado, intentado diezmar
sus flancos, habían destruido sus carros de provisiones, pero daba igual, eran tantos,
parecía que por cada uno que moría, otro ocupaba su lugar, y la falta de
provisiones no les hacían mella, devoraban a los más débiles, a los caídos y a
cualquier ser que hubiera en el bosque.
Solo
quedaba entonces, esperar. Y librar la batalla donde a los elfos les fuera
conveniente. Allí, en el Claro del Abedul, donde el poder mágico del bosque se
concentraba con más fuerza.
Tres
días llevaba el mago sentado en el tocón del viejo abedul muerto. Él también
era viejo, aunque a primera vista conservaba el aire jovial y atemporal de su
raza, ya empezaba a notar cambios. Su pelo, antes rubio, estaba pasando a un
blanco puro, unas oscuras y marcadas ojeras, contrastaban con el claro color de
su piel. Y sus profundos ojos, daban cuenta ya, de los muchos siglos vividos.
Pero seguía siendo un jovenzuelo al lado de su compañero de espera. Un ser, que
posiblemente, vió nacer al mundo, y seguramente, verá su final. Poco se sabe de
este ser, de esta raza, un zoat. Un ser de apariencia bestial, cuadrúpedo, con
un torso gigantesco, aspecto reptiliano, no hay manera de
hacer
una descripción exacta, se parece a muchas cosas, y no se parece a nada en
concreto.
Por
apariencia física, se advierte un gran guerrero, grande, con unos titánicos
músculos, parte de su cuerpo cubierta, a modo de armadura natural, de escamas
draconianas, y el resto de una piel, que parece tan dura, como un cuero
curtido.
Pero
algo en este ser, indica mucho más que músculos sin cerebro, la magia corre por
sus venas junto a la sangre. La naturaleza misma, parece rendirle pleitesía a
su paso, como si reconocerán a su hacedor, o a un enviado de estos.
Elfo
y Zoat, se conocían desde que el primero tenía recuerdos. Nunca habían hablado,
no sabía si podía hablar, o si entendería su lengua, alguna lengua. Pero no
hacía falta, se entendían sin palabras y siempre que había problemas, siempre
que el bosque le necesitaba, él aparecía, allí, en el claro.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiuFtVacqjwu_C_klfc3lOmtQ-YmWbPxhrGrXfENaEKS9WK86afoPdPT5Y0BNewFv-YdYYpRl3cUiZ2sJNagDr7r3YnKV8UrIHbt1YMItWqQgTu-DC2nTLCO0R0zeYyP0b7YA71BZLEGMk/s320/3.jpg)
Dos
seres, si no inmortales, si muy longevos, viendo fluir el ciclo de la vida,
nacimiento y muerte.
En
el bosque nunca hay silencio para quien sabe escuchar, pero de pronto, en un
segundo, un silencio absoluto se impuso, nada se movía, nada respiraba...
El
redoblar de un tambor rompió la armonía del bosque, gritos guturales llenaron
el silencio, sonidos de árboles cayendo, animales asesinados, bandadas de
pájaros huían despavoridas, un ciervo con los ojos fuera de sus órbitas por el
terror, paso saltando entre los dos compañeros silenciosos. El mal había llegado.
La hora se acercaba.
El
elfo se puso en pie, cogió su cayado, y llevándose una mano a sus labios, hizo
un sonido propio de un pájaro, la llamada a las armas, para alertar y alentar a
sus congéneres, que estaban escondidos por todas partes, preparados...los
sentía.
Él
zoat se levantó, dio unos pisotones con sus cuatro grandes patas para
desentumecerse, cogió su Maza báculo, de la altura del elfo, adornada con runas
olvidadas en el tiempo. La brillante bola que llevaba en la otra mano, empezó a
brillar, y pareció que el bosque reconocía a su protector ancestral y se
preparaba también para la batalla. El bosque vibraba, se preparaba para la
lucha.
Y
de una boca que no estaba hecha para hablar, surgió un gruñido en lengua
Silvana, que el mago elfo interpretó como: "Es la hora, amigo".
3.- ARIETE
Subido
en una gran piedra, situada en un lado del estrecho camino que discurría por el
bosque, terminando de roer carne semi putrefacta que quedaba en el hueso, de no
se sabe que ser.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhI1ZIBsP7hy54ZKT8Wd6CoX8kVFDj8qq1Vz_2aJq63gn1ig5RKf5xwgCaxkriZFVJFZR2jkF1EnuxkzkWFnuSoSDwEaIBqfooJc7LosxoKN1urJ9ACAAr5A9dZZToz_zWjvch2qYBYBvU/s320/8.jpg)
Había
partido solo hacía el norte, desde el lugar donde sucedió su transformación,
empezó a atacar granjas solitarias que encontraba a su paso, sembrando terror y
destrucción.
Se
encontró con una pequeña partida de guerra de hombres bestia, y para
liderarlos, retó al caudillo, al que mató de un garrotazo rápidamente. Sus
primeros seguidores. Siguió andando en dirección norte, donde el poder del caos
parecía llamarle, atraerle, tirar de él. Continuó matando líderes de las bandas
que encontraba, y sumando sus guerreros a su hueste.
Cuando
tuvo guerreros suficientes, pensó que ya era el momento de empezar a atacar
algo más que granjas humanas, y empezaron por pequeños pueblos. Dejaban todo
devastado, mataban todo lo vivo, quemaban todo lo construido. Sembraban el caos,
su naturaleza.
En
su camino, encontraron el inicio de un bosque, un gran bosque que se extendía
hasta donde los ojos podían ver, no se veían límites. Dos grandes monolitos
íntegramente grabados con runas, parecían enmarcar la puerta
a
la espesura.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg90xvHGJ5f89vL9PwSS7qui96SG0TNa5IrUaozXPK5lPaX8qk56Yoy21EKlCImi-KZ19mKQZko-Jb0PR6Y96FU1eyLUEWv0L7PDpGTsyRAWiB2c1xQtaIWGR6TPZm-7pvCPZQNKE_tQCE/s320/9.jpg)
Ariete
que era valiente, o insensato, o quizá su naturaleza brutal le hacía carecer de
miedo, pero no de instinto de conservación, empujó con su garrote a dos hombres
bestia. En el momento en el que sus pezuñas sobrepasaron los límites del
bosque, las dos bestias fueron asaeteadas, los dos, de la misma forma, una
flecha en cada ojo y una en el corazón.
Los
elfos tenían unos sentidos muy agudos, pero ellos eran bestias, los tenían, si
no mejores, si al menos igualados. Y Ariete percibió pocos contrincantes, ellos
eran muchos, podía asumir las pérdidas. Así que empujando a los más débiles
para que fueran de vanguardia y recibieran las acertadas flechas, entraron en el
bosque.
Unas
pocas jornadas pasaron, sin que pudieran llegar a ver a sus atacantes, que
siempre atacaban escondidos en los arbustos, en los árboles.
Con
cada ataque, varios guerreros de la hueste caían, pero eran muchos, suficientes
para pararlos o amedrentarlos, había contado con ello, algo tenían que comer
por las noches, y la carne es carne, venga del ser que venga....y algún
flacucho saltarín también era derribado, así había variedad en el menú...
Al
fin llegaron a un claro, donde un elfo y un, ¿que era eso?...grande como un
minotauro...parecía que por fin iba a medir sus fuerzas con alguien de su
talla...por fin un reto en condiciones...
Con
un grito de su caudillo, las bestias corrieron alzando sus armas, sus garras,
tentáculos, colmillos.
Con
una llamada del mago, las flechas silbaron y encontraron sus blancos, la maleza
se movía, los árboles movían sus ramas, era por los elfos escondidos, o, el
bosque también quería sangre.
El
claro del abedul, iba a ser el escenario de una titánica batalla, en el que se
decidiría la suerte de los habitantes del bosque, y de los humanos que vivían
allende sus fronteras...
4.-
LA BATALLA
Las
noches de Ariete son confusas. Apenas descansa, sus sueños se pueblan de
espesas brumas carmesís.
Entre
ellas aparece una cara sin rostro, toda vestida en profundo púrpura. La bestial
mente de Ariete nada comprende. Sus sueños son profundos, pero no le permiten
descansar. La cara púrpura sin rostro le habla sin palabras, ya que no hay boca
que articule sonidos.
Pero
el mensaje es claro. Le indica una dirección, un propósito. En la mente de
Ariete aparecen unas
extrañas
y antiguas ruinas, ya ancianas en los albores de la era del hombre, en el medio
de un claro en lo profundo de un espeso bosque. La voz le ordena destrucción,
fuego y masacre. Ariete comprende esos sencillos mensajes, y le gustará
cumplirlos. Pero en algún pequeño rincón de su mente, lo que queda de su consciencia
humana se estremece.
Una
puerta cubierta de runas es la entrada al claro. En el viejo y aparente muerto
tocón de abedul Elessary el mago elfo junto a su viejo y extraño amigo Srtumper
el Zoat aguardan. Beth es el nombre del tocón, abedul para los humanos, La
Tierra para los seres mágicos del bosque. En el antiguo y mágico claro perviven
las ancianas ruinas de Abedular. La antigua ciudad sagrada de los elfos de
Fuentebrumas.
Elassary
recuerda la ciudad en su esplendor, las avenidas de abedules, Esos sagrados
árboles en los que él y sus congéneres, aprendices de magos, subían a lo alto
todos los solsticios de verano, para alcanzar los rayos de luna y conseguir
iluminación y conocimiento. Y finalmente lanzarse en picado hacía el sagrado estanque
al que los mágicos abedules rodeaban para capturar los reflejos de las
luminosas estrellas.
A
pesar del tiempo, de la destrucción sufrida. Algo de esa antigua magia perdura.
Y debe ser conservada. Es prioritario defender el sagrado claro, ya que de los
tiempos del Lobo han de volver. Su enemigo lo sabe, y por eso mueve los hilos
de sus involuntarias marionetas para conseguir sus propósitos.
Los
sueños de Idril están poblados de pesadillas. Zarpas, pezuñas, cuernos y
colmillos aparecen entre una bruma carmesí. Arrasan todo a su paso. Un fuego
púrpura enciende el valle, el negro humo se eleva hasta un cielo en el que las
estrellas son negras. Ya se lo dijo el viejo hombre árbol. Y se lo ha
transmitido a su querido hermano Elessary. Idril ya se puso al frente de una
pequeña hueste de elfos para proteger al valle, se perdieron vidas de queridos
hermanos pero se frenó el asalto del Caos. Pero ahora oscuros presentimientos
pueblan sus sueños, una numerosa hueste de hombres bestia se dirige hacía el
valle liderada por un poderoso minotauro. Pero a pesar de todo en sus sueños
hay esperanza, una sombra alargada avanza hacía el valle. Se detiene en mitad
de su carrera y lanza un poderoso y largo aullido…
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